lunes, 5 de septiembre de 2011

A veces , las leyendas son ciertas


Durante su toda su vida, su larga vida de 6 estaciones de duración, habia visto a ese hombre Canoso todos los días acudir a la vivienda que ocupaba a diario, trayéndole comida, agua, revisando los hijos de su mujer, espolvoreándole aquel producto de fortísimo olor, pero solo lo habia visto vestido con aquel atuendo azul, aquel mono de faena en  una sola ocasión anteriormente y no el gusto nada, ya que en aquella ocasión acudió con ese mono azul y acompañado de otros dos tipos y como resultado de aquella visita perdió sus ansias,,, su necesidad de buscar a su mujer, y  esa falta de fogosidad y de ímpetud no hacia mas que hacerle engordar, y engordar,,,, cosa que él ni entendía ni le gustaba. Nunca le estorbaron sus testículos

De modo que cuando lo vio llegar con aquel atuendo y acompañado esta vez de cinco amigos, se olió que algo malo iba a pasar.
El tipo fornido que acompañaba al señor Canoso, abrió la puerta de la casa de su hermano, y llevaba en las manos un utensilio hecho de alambre grueso,   que él recordó de la última vez  que vio al señor Canoso con mono azul. Vio como cogían a su hermano por la boca, el cual  no dejaba de gritar, lo perdió de vista, pero lo seguían oyendo y solo alcanzaron a entenderle, algo relativo al cuello,, ,, hasta que dejaron de oír esos gritos y solo oían ruidos de herramientas, golpes de corte, voces de faena .
Al poco volvieron otra vez los tipos que acompañaban al señor Canoso y esta vez, venían a por él. Reculó, se encogió, gruñó, pero nada puedo hacer para evitar que aquel tipo fornido le pusiera un alambre grueso sujetando su labio superior y tiraran de él hacia afuera. Se resistió, peleó, lanzó dentelladas a diestro y siniestro pero de nada sirvieron sus esfuerzos, pronto se vio tumbado sobre una mesa de madera, con seis tipos sujetando sus extremidades  y su cabeza. De reojo le pareció ver a su hermano colgado por los talones, y el vientre abierto en canal. Se sacudió azorado, convulsionó como un epiléptico, pero todo fue inútil.
Apenas tubo tiempo de comprobar que la leyenda era cierta, y que eran verdad todas esas historias que habia oído a los mayores acerca del fin de los días para los de su especie.
No era un mito, no eran cuentos de mayores para asustar a los jóvenes,,,,, aquella realidad le estaba abrumando y era lo que los hombres llaman “la matanza”.
Casi al mismo tiempo en que tubo certeza de esa verdad, sintió una punzada en el cuello, y sintió írsele la vida, con cada gota de aquella sangre espesa que una señora recogía en un cubo y movía rítmicamente , “para las morcillas “ la oyó decir antes de desvanecerse y morir.

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